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viernes, marzo 23, 2012

El PIT-CNT Fóbal Clú


El PIT-CNT Fóbal Clú
por Guillermo Sicardi [i]
“¡Sacáaaaaaloooooo!, ¡Echáaaaaalooo!“ le exige la hinchada enfervorizada al Director Técnico del equipo de fútbol del barrio para que retire a Carlitos, un jugador que se formó en las inferiores del Club y durante años les dio muchas satisfacciones, pero últimamente está cometiendo errores recurrentes, “no moja la camiseta” y cada día “mete menos hue…”.

Cuando el técnico saca al jugador - no sólo de la cancha, sino del plantel - todos celebran. Menos el jugador y su familia. Nadie ve en ese acto un “despido” o “una familia que perdió su fuente de trabajo”, como tampoco se preguntan “¿y ahora de qué vivirá Carlitos?”.

Sin embargo,  cuando se propone despedir empleados públicos que no sirven para nada (unos por inútiles y otros porque literalmente no tienen nada que hacer), el PIT-CNT levanta las banderas corporativistas de la “lucha de clases” y la “defensa de los puestos de trabajo”, apoyados por una insólita mayoría de uruguayos que se sienten responsables por conseguirle “una solución laboral” a Carlitos, como si se tratara de un minusválido que no puede valerse por sí mismo.

¿Cómo puede haber dos criterios tan disímiles a la hora de despedir a un jugador de fútbol por un lado y a un empleado administrativo por otro?  ¿Acaso el fútbol no funciona igual que una empresa? En el fútbol hay competencia (entre las empresas también), actúan en un mercado (el Campeonato), tienen clientes a satisfacer (los hinchas), hay accionistas (los socios), hay Directores (los dirigentes), hay un Gerente General (el DT) y hay empleados (los jugadores). Al igual que en una empresa todos tienen que “tirar para adelante”, lograr objetivos, seguir una estrategia para enfrentar a los rivales y entrenar duro durante la semana para poder ganar el domingo.

Si el PIT-CNT fuera un club de fútbol y administrara la institución con las mismas reglas que pretende imponer en las empresas donde ejerce su fuerte influencia, seguramente sería el peor club del campeonato. Al igual que ADEOM justifica 5.000 empleados en la Intendencia de Canelones, el PIT-CNT Fóbal Clú justificaría tener 220 jugadores en el plantel, 10 veces más de los necesarios. El presupuesto mensual sería millonario, porque todos los jugadores (los buenos, los regulares y los espantosos) cobrarían el mismo “sueldo digno”. No habría evaluación del desempeño, porque eso sería “discriminar” y nada de dar un premio al mejor jugador porque eso puede “frustrar” al resto. 

Harían paros y piquetes, entrenarían con el mismo entusiasmo con que atienden al público en la Intendencia y tendrían un montón de Ni-Ni (ni entrenan, ni juegan) revoloteando por la sede en busca de entradas gratis y prebendas.

Mañana, cuando Usted llegue a su empresa y vea a un “compañero” atendiendo con desgano a un cliente, dígale – al igual que haría en un partido de fútbol – “vamo´arriba, poné ganas”; cuando alguien pida licencia médica por cualquier dolorcito de espalda y abandone la “cancha” dejando al equipo con 10 jugadores, dígale “no seas maulón, dejá de quejarte y seguí jugando”. No tenga miedo. 

Hágalo si realmente quiere a su equipo (su empresa), si quiere salir campeón (lograr los objetivos) y si realmente siente orgullo por lo que hace. Y si nada de esto pasa por su mente, renuncie y dedíquese a otra cosa.

Si el PIT-CNT aplicara estos mismos valores para estimular a las empresas y a sus empleados a competir y crecer, este país sería otro bien distinto. Pero no lo hacen, ni lo harán. Por lo tanto, sólo un destino les espera: más tarde o más temprano, también le cortarán la luz al “PIT-CNT Fóbal Clú”.


[i] [i] Guillermo Sicardi es Abogado, Máster en Administración de Empresas, Docente del Instituto de Innovación y Desarrollo Emprendedor de la Universidad de la Empresa (UDE) y co-fundador de INICIADOR Montevideo, ONG que promueve el “Emprendizaje”: aprender a emprender.

¿Son nuestros empresarios capitalistas?


¿Son nuestros empresarios capitalistas?
por Guillermo Sicardi [i]
Los sindicalistas del PIT-CNT, los políticos del Frente Amplio y la “intelligentzia” universitaria, han acusado siempre a los empresarios de ser unos “capitalistas salvajes”, de apropiarse del lucro creado por el esfuerzo físico de la clase trabajadora explotada y lograr beneficios por caminos “non sanctos”.

¿Pero son realmente capitalistas nuestros empresarios? Cuando vemos a empresarios agropecuarios rodear el Palacio Legislativo reclamando “rentabilidad o muerte” están lejos, muy lejos de ser capitalistas. Lo mismo cuando productores de frutas y verduras pretenden que sea el Estado el que “difunda” (a costo del Estado), las virtudes de consumir sus sanos productos en vez de comida chatarra. Y la lista puede continuar con los textiles que piden “protección” ante productos de oriente; o los Escribanos que piden “colegiación” para que no haya tanta competencia; o los productores rurales que siempre reclaman apoyos del Gobierno o del BROU cuando hay sequía; o las empresas que disfrutan de oligopolios como el transporte de pasajeros.

El capitalismo es un sistema social basado en el reconocimiento de los derechos individuales y en especial, del derecho de propiedad. Mantiene separado al Estado de la economía -como lo está de la Iglesia- restringiendo su poder al máximo, para así brindar más libertad al ciudadano. El capitalismo requiere la existencia de un mercado libre, dónde precio y cantidad se fijan de acuerdo a las leyes de la oferta y la demanda, en acuerdos libres y voluntarios entre las partes y no por capricho de un burócrata. Por lo tanto, la competencia es intrínseca al capitalismo y de esa competencia surge un gran beneficiado: el consumidor, quien recibe productos de mejor calidad a menor precio.

La antítesis del capitalismo es el estatismo, la economía dirigida por el Estado donde el tráfico de influencias es una constante. El estatismo procura favorecer el consumo de determinados productos invocando “el bien común”, concepto vago e impreciso, que termina justificando puentes bloqueados, importaciones trabadas y corrupción. Mucha corrupción.

La (mala) imagen pública que tienen los empresarios, es porque los asocian con sujetos manipuladores del poder político o que se aprovechan de su posición dominante para engrosar sus bolsillos. Pero si tenemos en cuenta los datos de Dinapyme, vemos que el 78,33% de las empresas uruguayas son Microempresas (de 1 a 4 empleados), 18,27% son pequeñas (de 5 a 19 empleados), apenas 2,90% son medianas y sólo un 0,51% son grandes.

Donde sin dudas rige el capitalismo es entre las micro y pequeñas empresas. Son los miles de micro empresarios interactuando con miles de clientes, los que llegan a acuerdos que consideran buenos para ambas partes sin necesidad del favor del Estado para alcanzarlos. Tampoco puede decirse que hay “explotación” en una empresa de 4 personas, donde es casi imposible diferenciar al patrón del empleado puesto que ambos hacen prácticamente las mismas tareas.

Respondiendo a la pregunta del título: entendemos que sí, que nuestros empresarios son capitalistas, pero ni siquiera ellos lo saben. Y los que son conscientes, les da vergüenza decirlo. Tal confusión y temor viene dado en parte, porque hemos dejado repetir muchas mentiras durante mucho tiempo y se han transformado en verdades reveladas.  También esta confusión se alimenta cuando escuchamos a ciertos empresarios defendiendo posturas proteccionistas y reclamando la tutela del Estado para sacarlos de un aprieto u otorgarles algún beneficio. Si le pides ayuda al Estado en las malas, no te quejes si te quita tu esfuerzo y dinero en las buenas.

Lamentablemente las posturas anti libertarias que tanto daño nos hacen, no son debidamente rebatidas apenas surgen; no lo hacen los políticos “neoliberales”, ni los empresarios supuestamente “capitalistas”. Ambos pueden y deben defender el capitalismo con la frente en alto puesto que “la justificación moral del capitalismo radica en el hecho de que es el único sistema consonante con la naturaleza racional del hombre, que protege la supervivencia del hombre como hombre, y que su principio rector es:  justicia”.[ii]


[i] [i] Guillermo Sicardi es Abogado, Máster en Administración de Empresas, Docente del Instituto de Innovación y Desarrollo Emprendedor de la Universidad de la Empresa (UDE) y co-fundador de INICIADOR Montevideo, ONG que promueve el “Emprendizaje”: aprender a emprender.

[ii] Cita de Ayn Rand

Los empresarios y la educación

Los empresarios y la educación
por Guillermo Sicardi [i]

“Capacitación es un término demasiado limitado para lo que en realidad se necesita. Para prestar un servicio extraordinario es preciso educar. La capacitación les ayuda a las personas a desarrollar destrezas, pero la educación les ayuda a adquirir conocimientos” [ii]

Las empresas uruguayas dedican poco tiempo y dinero a capacitar a su gente y menos aún a educarla. Martin Luther King dice que  El objetivo de una verdadera educación es sumar inteligencia más carácter”.   

Podemos desarrollar inteligencia dentro de la empresa cuando en vez de contratar “mano de obra” contratamos “neuronas para obrar”; cuando valoramos más los resultados que los esfuerzos por alcanzarlos y cuando le damos a la gente espacio para actuar, reconociendo expresamente sus competencias y actitudes. El carácter se construye a través de la práctica de buenas acciones: “Siembra un pensamiento, cosecha una acción. Siembra una acción, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter [iii]

El sistema educativo uruguayo está hecho añicos. Y son las empresas las que recogen sus escombros. Estos egresados de la educación pública, cuando devienen empleados, deben competir en el siglo XXI con herramientas del siglo XIX,  suministradas por docentes con mentalidad del siglo XVIII. Así los condenan al fracaso.

A pesar que el estado uruguayo es un pésimo proveedor del “insumo” Recursos Humanos, los empresarios no se quejan al Estado con la misma virulencia con que lo hacen a cualquier otro proveedor de insumos de menor valor. ¿Acaso el panadero no se queja cuando el molino le entrega harina de baja calidad? ¿O el mecánico si el repuesto solicitado no sirve? ¿O el comerciante si el producto comprado está obsoleto?
Las mejores empresas van más allá de controlar la recepción del insumo contratado: establecen acuerdos a largo plazo con sus proveedores para asegurarse –ambos- la calidad del producto final. Tienen claro que si a uno le va mal, al otro también. Esto hace Mc. Donald`s con sus proveedores de carne, Pepsico con los proveedores de papas para sus snaks y también lo hace una Pyme uruguaya que diseña prendas en Uruguay, las vende por toda la región y las produce en China.  Para asegurarse la calidad del producto final recorren permanentemente las diferentes fábricas esparcidas por Shanghái, Wenzhou o Zhejiang, controlando y colaborando con el proceso productivo. No sólo es cuestión de dinero. Es cuestión de “cabeza”.

Los empresarios no pueden seguir prescindentes ante la pésima calidad de los Recursos Humanos que “produce” nuestro sistema educativo estatal. No sólo tienen derecho a reclamar porque pagan impuestos para mantener esta ineficiente “fábrica” abierta, sino que deberían sentir la obligación de hacerlo. Al mejorar la educación pública se benefician ellos mismos y benefician a otros. Al no hacerlo, se perjudiquen ellos y perjudican a los demás.
“Los ejecutivos yerran cuando consideran que sus empleados están capacitados después de pasar por un programa específico de capacitación. El desarrollo de destrezas y conocimientos es un proceso, no un suceso. 

El aprendizaje esporádico genera mejoras esporádicas, el aprendizaje continuo produce el mejoramiento continuo”.[iv] Sabemos que nos espera un largo camino a recorrer. La única pregunta que resta por hacerse es ¿cuándo vamos a comenzar?


[i] [i] Guillermo Sicardi es Abogado, Máster en Administración de Empresas, Docente del Instituto de Innovación y Desarrollo Emprendedor de la Universidad de la Empresa (UDE) y co-fundador de INICIADOR Montevideo, ONG que promueve el “Emprendizaje”: aprender a emprender.
[ii] Leonard Berry. Ex Presidente de la American Management Association. Profesor de A&M Burke of Texas. Autor del libro “Un buen Servicio ya no basta”.

[iii] Proverbio chino

[iv] Leonard Berry

Donde plantar una empresa








¿Dónde “plantar” una empresa?
por Guillermo Sicardi [i]
publicado el Jueves 23 de febrero de 2012

Ante la opción de iniciar una producción de soja, carne o trigo en la pampa húmeda Argentina o en el desierto de Néguev en Israel, nadie en su sano juicio escogería el desierto. Allí el clima que impera es inhóspito y las probabilidades de obtener buenos frutos son casi nulas.

Lo mismo sucede cuando uno decide “plantar” una empresa: ¿quién quiere hacerlo en un lugar donde el “clima de negocios” es hostil al emprendedor (productor)? ¿A quién le gusta que sus vecinos, los gobernantes o los sindicatos lo traten de explotador, le cobren impuestos exorbitantes o le dificulten contratar a los más aptos y despedir a los haraganes, cuando su única intención es ganarse la vida intercambiando valor por valor?

Los países de primera crean sus propios climas de negocios, estableciendo buenas regulaciones que estimulan a los emprendedores a llevar adelante sus proyectos en forma ágil, rentable y transparente.

El Ranking Doing Business del Banco Mundial nos muestra claramente cuáles son los “países de primera” y los “países de cuarta”. La lista la encabezan Singapur, Hong Kong, Nueva Zelandia, Estados Unidos, Dinamarca, Noruega y Reino Unido. Las regulaciones que se dieron estos países a través de leyes, decretos y reglamentos, facilitan los trámites para abrir una empresa, protegen los derechos de propiedad, permiten contratar trabajadores en forma libre y despedir sin vueltas a los que no agregan valor, cobran razonables impuestos y los devuelven en forma inteligente a la sociedad y tienen mecanismos ágiles para el cumplimiento de los contratos.

Es muy interesante ver la correlación que existe entre las buenas regulaciones para emprender negocios y los mejores índices de no corrupción (Transparency International), calidad de vida (Quality of Life Index), Desarrollo Humano (PNUD), desarrollo tecnológico (Global Information Technology Report), competitividad (World Economic Forum) o ingreso per cápita (The World Bank).
Por otro lado, los peores 20 del ranking pertenecen casi todos al África Subsahariana. Son los llamados “países pobres”. Como si la pobreza fuera una condición dada por la naturaleza, de la cuál es imposible escapar por medios propios. Australia era un país pobre cuando Argentina era un país rico. 

Hoy es al revés. Angola tiene petróleo, diamantes y un gran territorio. Japón no tiene nada de esto, pero desarrollaron neuronas. Uno nació pobre y se hizo rico. El otro nació rico y se hizo pobre.
A fines de los `70 Nueva Zelandia tenía 4.000 empleados públicos en su Ministerio de Transporte, pagaba subsidios a los pequeños productores y tenía un Estado gordo y pesado. En la década del 80 encararon una gran reforma entre partidos políticos, empresarios y sindicalistas. Dos años después, quedaban 53 funcionarios, los mejores y bien remunerados. Hoy Nueva Zelandia es un “país rico”.
Uruguay ha venido cayendo en el Ranking Doing Business durante los últimos años. Y la relación causa-efecto entre, libertad para hacer negocios más buenas regulaciones por un lado y crecimiento o crisis anunciada por otro, es inevitable.

Nada nos impide facilitar la actividad de los emprendedores, disminuir el peso del estado y poner las  miras en los mejores mercados, con los mejores socios y las mejores personas. Pero mientras nos sigamos sintiendo “víctimas” de oscuras fuerzas multinacionales o teniendo una visión pobre de nosotros mismos como “paisito”, jamás lograremos ser un país de primera.

Y lo peor será, que casi sin darnos cuenta, terminaremos al lado de Venezuela, Níger, Angola o Haití, compartiendo los últimos lugares de la lista por no haber hecho lo que todos saben que hay que hacer, pero muy pocos se animan a decirlo, y menos aún, a hacerlo.


[i] [i] Guillermo Sicardi es Abogado, Máster en Administración de Empresas, Docente del Instituto de Innovación y Desarrollo Emprendedor de la Universidad de la Empresa (UDE) y co-fundador de INICIADOR Montevideo, ONG que promueve el “Emprendizaje”: aprender a emprender.